1 de out. de 2017

#Tristes

Todo comenzó con un “juego”.
El único partido político de Europa imputado por corrupción se echaba a la calle a recoger firmas para intentar evitar que la Reforma del Estatut d’Autonomia de Catalunya, aprobada por el 89% del Parlament català llegara al Congreso de los Diputados. Más allá de las fotos buscadas con aquella acción, el texto del Estatuto catalán entró en las Cortes Generales en 2006, de donde salió aprobado después de algún recorte en contenidos que no perjudicaban a nadie a cambio de unas variaciones en la financiación catalana que sí iban a perjudicar a todos.


No ha pasado tanto tiempo. Aquella operación contra la credibilidad del Presidente Rodríguez Zapatero tuvo continuidad con un recurso de inconstitucionalidad ante el TC presentada por el único partido que había votado en contra en el Parlament (15 diputados de 135) en aquella sesión del 30 septiembre de 2005. Este recurso, planteado como un dedo en el ojo de la soberanía catalana, se presentaba para evitar lo que el ala más escorada del partido (los mismos que otrora hablaban catalán en la intimidad) consideraba un ataque directo a su nación única grande y libre.


Después, los mismos que acusaban de antipatriota a ZP y cobraban sobresueldos millonarios en cajas de puros, llevaban su dinero a paraísos fiscales o percibían comisiones en negro de empresas amigas a las que luego primaban con dinero público, se vinieron arriba y la emprendieron con el pueblo catalán en busca de un enemigo que mantuviera el pulso de su parroquia más entregada, en el momento en que el terrorismo de ETA iba tocando su fin. Los boicots al cava y a los productos catalanes, el apadrinamiento de empresas alemanas o italianas por encima de las catalanas para hacerse con parte del sector eléctrico o los múltiples recursos judiciales contra medidas emanadas del Parlament català son clara muestra del menosprecio y la provocación ejercidos durante estos años contra una parte del territorio estatal. Una parte en la que no iban a sufrir grandes costes electorales, por constituír un partido débil en Catalunya, pero que sí les podría acarrear pingües beneficios en la cartera electoral de otros puntos del Estado, sin importarles los costes de convivencia, desafección o construcción de espacios comunes que esas estrategias pudieran conllevar para todos los españoles.

Esa estrategia llevó a situaciones tan casposas como la recuperación de un patriotismo rancio que recordaba al nacionalismo que tantos millones de muertos ha provocado a lo largo de la Historia de lo que hoy es España. Llegamos a ver unas pulseritas rojigualdas que parecían expresar orgullo patrio, portadas -curiosamente- por la mayor parte de los imputados en Gurtel, Púnica, Lezo, Baltar, Nóos, Bárcenas, Biblioteca, Fitur, Merkamadrid, Pokemon… y en los más de 60 casos de corrupción en los que se haya inmerso el partido político que nos ocupa. De tal modo que en lugar de representar algo así como orgullo de ser español, más bien parecía el regalo de bienvenida de algún banco en algún paraíso fiscal al depositar el primer millón de euros evadido en nuestro país.

El mejor ejemplo de lo que se ha hecho con Catalunya en los últimos 10 años tal vez sea Artur (que no Ártur, hombre, que ya es preocupante la ignorancia de nuestras propias lenguas) Mas. Un político del partido promovido desde el Estado en la Transición del 78 para evitar a otros más molestos en aquel proceso; socio de gobierno habitual de los 2 partidos hegemónicos en España en los últimos 40 años y confidente -seguro- de un buen número de secretos inconfesables de muchas de las vacas sagradas de nuestra reciente democracia. La trayectoria del otrora president de la Generalitat nunca haría pensar en una apuesta tan decidida por la independencia de Catalunya y mucho menos a ponerse al frente del procés, a no ser que ese proceso fuese realmente popular y transversal, guiado por una oligarquía que se sentía maltratada y un pueblo que se sentía menospreciado.
 

Así hemos ido llegando a l'u d'octubre de 2017, día en el que la postverdad nos traerá análisis ya escritos días atrás, que justificarán y darán la razón a según el político que nos arengue, al tiempo que aportarán el discurso necesario para sus hinchas. Seguiremos negando el conflicto en Catalunya (mientras éste seguirá creciendo sin solución), igual que negamos el rescate bancario (mientras los ciudadanos tenemos que asumir sus deudas) y del mismo modo que negamos el peligro incipiente de la pobreza (mientras se incrementan las colas en los comedores sociales). Tal vez no sea más que una particularidad de esa “Marca España”, en la que votar es ilegal y robar desde las instituciones, una tradición.

http://edition.cnn.com/
Hoy, somos muchos los que nos iremos a la cama tristes. Tristes por un Estado roto y por la sensación de que no tiene solución. Tristes por los más de 800 heridos cuyo grave delito era querer votar. Tristes por ver a una parte del Estado disfrutando como espectadores sanguinarios del daño y humillación infligidos a sus conciudadanos. Tristes por el retroceso que ha sufrido nuestra imagen internacional, situándonos más cerca de Turquía, Venezuela, México o Arabia Saudí en la resolución de conflictos políticos. Tristes por el nuevo paso que se ha dado en la destrucción de la Política, optando por la judicialización de la misma después de haberla futbolizado. 

Los observadores internacionales, presentes en Catalunya durante todo el día de hoy, califican de deplorable el uso de la violencia en la jornada. Los medios de comunicación de todo el mundo, y cada vez más mandatarios y políticos internacionales coinciden en la preocupación por el uso de la fuerza y en el diálogo como única [y necesaria] salida. El periódico francés Liberation se preguntaba ayer por la tarde ¿Qué podía haber pasado por la cabeza del presidente español para pensar que una violenta neutralización del referendum, ilegal para algunos legítimo para otros, arreglaría sus asuntos? Y aquí algunos nos preguntamos si aún estamos a tiempo de recuperar la confianza y la convivencia con nuestros vecinos. Si todavía no será tarde para explorar nuevas sendas de entendimiento y nuevos espacios comunes, en lo político y en lo cultural, con respeto y con orgullo mutuos. Valdrá la pena intentarlo.
 
Arriba l'hora de fer Política, i no de viure de la política; l'hora de dialogar i no de crispar; l'hora del respecte i no del menyspreu. I en aquesta hora no caben personatges de tan baix perfil com els quals hem estat sofrint durant els últims anys en el conjunt de l'Estat.


 



 

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